Blanca Azucena y su botones |
En 1914 nuestro Teatro Cortés tuvo
el privilegio de contar con un gran número musical a cargo de “Blanca Azucena y
su Botones”, entonces famoso dúo que se encontraba de gira por todo el Levante
español, y que aseguraba un lleno completo.
En uno de los números musicales se
necesitaba la actuación de un niño, un crío capaz de hacer una pequeña
colaboración teatral.
Jesús tenía entonces siete años y un
gran desparpajo para la comedia, ya que alguna que otra vez le había tocado
salir al escenario del Cortés a participar en funciones escolares. Éste fue su
debut y el comienzo de una vocación que continuaría el resto de su vida.
Junto a su amigo Blas siguieron
realizando pequeñas funciones que les permitiría entrar al teatro sin pagar, y
al mismo tiempo, ser conocidos en el pueblo por sus actuaciones.
Pero el gran acontecimiento, el que
daría un cambio radical a su vida, tuvo lugar en 1926.
A principios de septiembre hacía su
entrada en Almoradí el gran Circo Itálico de Mr. Caprani.
Me gustaría contaros que se trataba de un inmenso Circo de tres pistas con cientos de animales, pero no era así; en realidad era un pequeño circo ambulante que se instaló en el enorme solar que existía al final de la calle San Emigdio, junto a la acequia Mayor. Esto les permitía un sitio bastante céntrico, con abundante y cómodo acceso al agua, especialmente para los animales.
Me gustaría contaros que se trataba de un inmenso Circo de tres pistas con cientos de animales, pero no era así; en realidad era un pequeño circo ambulante que se instaló en el enorme solar que existía al final de la calle San Emigdio, junto a la acequia Mayor. Esto les permitía un sitio bastante céntrico, con abundante y cómodo acceso al agua, especialmente para los animales.
Cerrar los ojos é imaginar por un
momento lo que supondría para nuestros antepasados ver pasar por nuestras
calles una caravana encabezada por elefantes al grito de “ya está aquí el mayor
espectáculo del mundo”.
Ésta era su manera de darse a conocer.
Ésta era su manera de darse a conocer.
A la orden de su director también
actuaban las primeras figuras del circo: las hermanas Caprani (hijas de éste),
que además de los números de “varietés” efectuaban arriesgados trabajos
atléticos como el de la llamada Anita, que sujetándose del trapecio con los
pies, sostenía a sus tres hermanas, las que colgando ofrecían un lindo
"pendant" (como decía el gacetillero de la época).
Durante dos meses se mantuvo el
espectáculo con llenos absolutos, é incluso se hicieron un par de funciones a
beneficio del nuevo Hospital que se iba a construir en la calle España. Al
señor Caprani le llegó noticias de la inquietud de dos jóvenes, Jesús Amorós y
Blas, y tuvo la idea de llamarlos para que actuaran y entretuvieran al público
mientras los artistas del circo se preparaban.
Unos días después fue el mismo
Caprani quien se fue en busca de la madre de Jesús y la convenció para que lo dejase marchar con ellos.
Comenzó actuando junto al payaso
Toni, que hacía de listo, haciendo él del “Clow” tonto, un espectáculo, se
decía, “digno de ser visto por toda la población”.
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