INFORMACION 4 de junio de 1961 |
Cuando salió “Cocinero”, su compañero Corrochano “hijo” ya le advirtió al torero: “Cuidado, es peligroso”.
El Caracol sonrió, recogió su capote de brega y se fue hacia
el toro. Dio tres capotazos buenos, elegantes, con personalidad. Al cuarto, “Cocinero”
le cogió en seco por las ingles, lo llevó cinco o seis metros prendido en los
pitones.
El torero estaba pálido como un muerto. Se cogió al cuerno
vacío del toro.
Cuando lo soltó, después de 30 segundos impresionantes, el
torero cayó de espaldas a la tierra, cara al cielo gris, con los brazos
abiertos y la taleguilla llena de sangre, como un guiñapo.
En la enfermería de la plaza se hizo la primera operación
urgente. El torero, aunque se desmayaba a ratos, estaba “en sus luces”. A veces
decía saltando de la mesa de operaciones como un loco:
-Que me curen, que me curen que tengo que matarlo…¡Qué tengo
que volver a la plaza!.
Le salía la casta a flor a flor de piel.
Sin embargo, la
anestesia pudo más que su resistencia física. La cornada era grave, de categoría.
La maestría habitual del doctor Gómez Lumbreras frenó en seco, gracias a Dios,
algo que pudo tener un desenlace mucho más dramático.
Al día siguiente no salió el pregonero del tambor por las
calles de nuestro pueblo con el habitual: “El Caracol ha salido a hombros…”.
Todo Almoradí, el pueblo que le había regalado su, ahora
manchado de sangre, traje de luces, estuvo pendiente de su primera gran cogida
en la plaza de Vista Alegre.
La herida fue importante y tuvo un pronóstico grave, aunque
afortunadamente siguió con sus triunfos.
Ésta fueron sus palabras después de la recuperación:
-Esto es bueno, a veces te tiene que pasar para saber si uno sirve de verdad como torero…
Y sirvió, vaya si sirvió….añado.
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