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EL SEISMO DE 1829 (5ª parte)

El Obispo Félix Herrero


Esta es parte de la exposición que el Obispo Félix Herrero envió a SM el Rey detallando la catástrofe del terremoto (solo he incluido aproximadamente la mitad, que es lo que afecta directamente a nuestro pueblo). Como ya he dicho anteriormente, lo considero un documento fundamental, junto al parte dirigido por el Ayuntamiento.
El texto integro aparece en el libro de “Los terremotos de Orihuela ó Enrique y Florentina, Historia Trágica” publicado en 1829 por la Librería de Cabrerizo.

Exposición dirigida a SM por el Ilustrísimo señor Obispo de Orihuela:

“El 21 del corriente, sábado al anochecer, sucedió el espantoso terremoto del que ya tendrá noticia VM. A las once de aquella misma noche principié a recibir avisos de los curas, y continuaron todo el día siguiente domingo, sobre las desgracias y ruinas de sus respectivas parroquias y pueblos.
Luego que en el domingo 22 recibí los partes de los párrocos, aunque oprimido mi corazón de un modo extraordinario, todavía pude reflexionar que aterrados todos los demás pueblos y sus autoridades, ni podrían ni aun se acordarían del socorro de los que habían sido enteramente asolados; y conocí también que nadie tenia la obligación que yo de socorrerlos y consolarlos.


El lunes 23, acompañado de dos eclesiásticos (mis familiares), me puse en camino y me dirigí primero a Almoradí. Allí vi una montaña de escombros formada de sus 300 casas, hermosa parroquia y convento. Vi algunos centenares de desgraciados regando aquellos raismos escombros con sus lágrimas, buscando entre ellos los cadáveres de sus padres, de sus hijos, de sus mujeres, parientes y amigos.
Ya habían hallado 165 y dádoles sepultura, y conceptuaban faltar otros tantos: todos me referían sus desgracias, y un anciano pudo decirme entre sollozos: Señor obispo, ocho hijos tengo sepultados entre esas ruinas.
Pregunté si había y donde estaban los heridos: muchos hay, me dijeron, pero ni sabemos cuantos ni en donde está la mayor parte. No había ni cirujano, ni botica, ni aun tampoco con qué curar a los heridos; los hice buscar y llevarlos a determinado sitio, y pudieron reunirse hasta 31, fracturadas las piernas y brazos, y algunos en peor estado.


Oficié a las autoridades de esta ciudad y otros pueblos, haciéndoles responsables a Dios y a VM para que me enviasen hombres, pan y otros víveres y lo ejecutaron inmediatamente; y al medio día vi caminar hacia esta ciudad (se refiere a Orihuela) a los heridos, unos en carros y otros en hombros de 120 hombres, que eran necesarios por la distancia de dos leguas largas que habían de caminar, y a todos pagué su jornal.


Dejé muy encargado remitiesen los demás que hubiese con igual cuidado y a mi costa, y también una nómina de todos los niños huérfanos por efecto de esta catástrofe; advertí así mismo no faltase lo preciso a los necesitados, acudiendo a mí por todo.
Así los consolé del modo que pude, y a las doce del mediodía salí para Benejuzar.”

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