Los sábados, antes del canto del gallo, se instalaban en la Plaza los puestos ambulantes
que vendían de todo: sombreros, navajas, verduras, telas…En una calle se ponía
el mercado de los animales donde los hombres ofrecían un concierto de lo más
variopinto, al mezclarse las voces de los regateos y sus broncas con los
chillidos de crías cuando las iban a separar de sus madres. Mujeres de los
alrededores venían con grandes capazos por las veredas, bajo inmensos paraguas
negros para protegerse en invierno de la lluvia y en verano del sol. Almoradí
se convertía en un gran zoco.
Cuando terminaba el mercado y se levantaban los puestos solo
quedaban cajas vacías, fruta madura tirada por el suelo, cartones y alguna
pobre mujer buscando algo que pudiera aprovechar. “El Angores” y su hijo venían
con sus escobas mágicas y lo dejaban todo tan limpio que hasta el cielo se
reflejaba en sus calles.
“Recuerdos de Infancia” Antonio González Lucas
Foto: José Arenas (hijo de “El Angores”) |
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Pascual Francisco Parres Galindo La verdad es que esas escobas de palma y el "langores" eran mucho más efectivos que remover los papeles y bolsas de un lugar a otro con el "soplamocos" o estampar los restos de fruta y otros desperdicios en las fachadas, mediante el agua a presión.
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