Cristo nos pareció un buen nombre para un perro abandonado,
no callejero, que un buen día apareció en
nuestra puerta y decidió quedarse.
Iba
así, hecho un Cristo, lleno de tristeza y heridas que intentamos curarle.
Finalmente sus heridas cicatrizaron pero su triste mirada
siguió recordando un pasado que debió ser muy duro. No ladraba, no mostraba
entusiasmo por nada, simplemente vivía.
Un día, Cristo, desapareció de nuestra
puerta
y nuestras vidas para siempre.
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Qué historia taaan triste de verdad! La del perro "Cristo", cómo habiendo llegado a un hogar, no pudo disfrutarlo; qué le hacia falta?. No lo se, lo que sí sé, es que una buena dosis diaria de abrazos, cargarlo y tenerlo abrazo, acariciarle su pelo, juagr con él, debieron ayudar a salir de su eterna depresión perruna.....quizá no solo era darle techo y comida....quizá.
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