Anuncio aparecido en el programa de Feria de 1930
“La vida de este popular café empezó en el siglo pasado (XIX), reinaba Alfonso XII, con iluminación de carburo, quinqué y lámparas de petróleo, una pared gruesa en el centro, un espejo al fondo, vigas en el techo con la instalación de plomo para la luz de carburo, dos naves laterales eran los “salones” con sillas de anea, mesas de mármol antiguas, las paredes adornadas con carteles pegados de toros, un gran cartel de anís del mono, un reloj de pared muy estimable y barajas mugrientas para jugar a la brisca.
Cuando se fundó era el único centro de recreo, después nació el Casino, posterior al café del Tío Crispín y el de la Bombilla.
El edificio, que se fundó muy cerca de la Plaza Mayor, fue el mismo que hoy han vendido los herederos, la cuarta generación del fundador D. Alejo Senerio Mazón. Una casa chata, baja, de las diseñadas por Larramendi tras los terremotos, teja redonda en el tejado, llena de musgo en los aleros, con nido de golondrinas en la primavera y paseo de los gatos en las frías noches del mes de enero”.
Resumido de “Réquiem por el café de Alejo”, 1972, de José Alonso Rufete
Cuando se fundó era el único centro de recreo, después nació el Casino, posterior al café del Tío Crispín y el de la Bombilla.
El edificio, que se fundó muy cerca de la Plaza Mayor, fue el mismo que hoy han vendido los herederos, la cuarta generación del fundador D. Alejo Senerio Mazón. Una casa chata, baja, de las diseñadas por Larramendi tras los terremotos, teja redonda en el tejado, llena de musgo en los aleros, con nido de golondrinas en la primavera y paseo de los gatos en las frías noches del mes de enero”.
Resumido de “Réquiem por el café de Alejo”, 1972, de José Alonso Rufete
Imprimir artículo
José Joaquín López Andújar:
ResponderEliminarAllí hemos pasado horas y horas. Unos recuerdos: el billarín (con agujeros y setas, 10 bolas, cinco por equipo...), una mesa de ping-pong con un trozo de cortina por red, la tía carmen en el brasero (a veces le poníamos pastillas de clorato en las brasas), llorábamos cuando los días de semana santa lo cerraban...
Miguel Angel López Andújar:
ResponderEliminarMe acuerdo del billar de setas y del ping-pong. También conocí a su último propietario, el Tío Manuel, coleccionista de monedas, y con el que compartí largas tertulias al final de su vida.