El conocido como “Parricidio de los Penalva” del año 1912
ha sido el suceso mas mediático de los ocurridos en el término municipal de
Almoradí, pero no el único.
A principios del mes de mayo de 1925 se publicaba en
diferentes periódicos la noticia del asesinato de un niño de solo nueve años.
Este es un resumen de la trágica crónica:
“Llegan las primeras
noticias de un crimen ocurrido anoche en el pueblo de Almoradí. En una finca
conocida por “Casa Pérez”, que se halla en los alrededores de la huerta de
dicho pueblo, prestaba sus servicios como mozo de labor Ramón Jiménez, de
veintitrés años, al que ayudaba un muchacho huérfano.
Anoche, 5 de mayo, sobre las diez de la noche, el Jesús se
acostó en la pajera de la casa quedándose el Ramón arreglando las caballerías,
entrando como una hora después en la pajera donde dormía el niño y sin que éste
se diera cuenta de lo que pasaba ni oponer resistencia, cogió una soga y
poniéndosela al cuello con un nudo corredizo tiró de ella hasta estrangularlo,
y una vez muerto lo puso dentro de un capazo para arrojarlo al pozo de la
finca.
Sobre las tres de la madrugada el dueño de la finca, no
oyendo que se levantaran para dar los piensos a las caballerías, les llamó, y
como no respondieran fue al cuarto de los mozos, viendo entonces que no
estaban.
Por la mañana, sospechando que algo extraño ocurría, dio
cuenta a la Guardia
Civil.
Una pareja, después de varios registros, llegó hasta la casa
de la familia del Ramón, en Benijófar, y aunque su madre negó en un principio
que estuviese allí, ante su voz tan trémula y rostro decompuesto desconfiaron y
sospecharon que no se encontraba muy lejos.
Allí le encontraron, escondido entre unos sacos, aterrado…
-No me peguéis, que yo confesaré.
Y a continuación relató como había perpetrado el crimen y borrado todas las
huellas, acompañándoles hasta el pozo, que tiene cuarenta metros de profundidad,
al que fue muy difícil acceder, y donde finalmente se encontró el cadáver del
niño con una soga atada al cuello, procediéndose a su extracción.
Una gran multitud indignada, ante la atrocidad de la que estaban siendo
testigos, intentaron linchar al criminal, pero éste fue metido rápidamente en
un automóvil y conducido a la cárcel de Dolores, para ponerlo a disposición del
juez, donde también hubo intentos de linchamiento contra el criminal.
En la edición del día siguiente se ampliaba la información
con nuevos datos.
“La casa de labor donde se realizó el hecho se llama “La Loma ” y no “Casa Pérez” como
dijimos ayer. “La Loma ”
que se halla enclavada en la partida rural de Los Pinos, es propiedad de don
Manuel Antolinos, y en ella trabajaba desde hace años el mozo Ramón Jiménez,
gozando de la total confianza del dueño.
En el mes de febrero último fue admitido en la finca el niño
Jesús Paredes cuyo padre, que había quedado recientemente viudo, emigró del
pueblo para ir a trabajar a Albacete, después de colocar en distintas casas de
labor a sus cinco hijos asegurándoles cobijo y pan.
Desde que el muchacho entró en La Loma , le cobró odio por la
laboriosidad, diligencia y bondad del niño, al que consideraba un intruso; reprochándole
todas sus acciones y denunciando al patrón la más leve falta de ropas.
No se sabe si esta constante persecución llegó a provocar
alguna cuestión entre ellos, sí que parece que el patrono había reprendido
varias veces al envidioso criado y hasta le había amenazado con despedirle si
se metía tan desconsideradamente contra el chico.
Éste era muy querido en la finca, y más útil para muchos
pequeños servicios de la casa.
Los celos –según la declaración del asesino- fueron
creciendo hasta la noche del crimen en que, hacia las cuatro de la madrugada,
le estranguló con una cuerda.
Luego sacó el cadáver al campo con idea de enterrarlo; pero
al ver el pozo rectificó su intención y lo arrojó a él, marchando en seguida a
Benijófar.
Allí le contó a su familia que había regañado con su amo y
que se iba a buscar trabajo lejos de la provincia. Cuando estaba preparando la ropa
llegó la Guardia Civil ,
y Ramón, estrechado a preguntas, confesó su crimen.”
El 15 de diciembre de 1926 comenzaba en la Audiencia de Alicante la
vista de la causa, con gran afluencia de público y profesionales, dados los
“caracteres del crimen, algunos de complicada génesis psicológica, que atrajeron la curiosidad de la opinión
pública”.
“El procesado, hombre menudo, impulsivo y brusco al
contestar a preguntas del fiscal hizo revelaciones sensacionales.
Según su relato, no fue él sino el amo de la casa, Manuel
Antolinos, quien asesinó al desgraciado niño, y si él se declaró autor fue tan
sólo ante las súplicas de la mujer de Antolinos que le prometió lograr su
libertad mediante dinero.
Antes estas manifestaciones, la defensa del procesado
solicitó la suspensión del juicio con el fin de que se practicase una
información sumaria suplementaria, algo a lo que el Tribunal no accedió.
Si accedió la sala a un careo entre el procesado y Manuel
Antolinos repitiendo aquél sus afirmaciones, y negando el Antolinos las
acusaciones.
Los peritos médicos propuestos por la defensa afirmaron que
el procesado no era un loco ni un imbécil, sino un retrasado mental,
consecuencia indeclinable de su falta de cultura.
Manifestaron que no habían podido someter al procesado a
pruebas más concretas por haberse obstinado durante mucho tiempo a figurar una
locura totalmente ilusoria.
Estaban convencidos de que era consciente de sus actos y que
conocía el mal que causaba, si bien no podía medir su alcance moral.
Terminada la prueba el Ministerio fiscal mantuvo sus
conclusiones ratificando la petición de cadena perpetua ya que “era imposible
estimar circunstancia atenuante alguna, pues se trataba de un perverso que
cometió un delito por envidia a un niño del que temió una supremacía en la casa
donde prestaban sus servicios, al igual que lo pudiera hacer un hombre
cuaternario disputándose la presa con un semejante”.
La defensa alegó que del expresado delito no es responsable
el procesado por la razón fundamental de que el autor material del hecho de
autos no lo era moralmente, ya que siendo un loco moral no se le podía imputar
ningún hecho por él producido.
Y por lo tanto, pedía su reclusión en un establecimiento de
salud para su procedente tratamiento hasta su curación o de un modo definitivo
si no sanase, impidiendo de éste modo la convivencia social a un ser en alto
grado peligroso.”
Finalmente fue condenado a cadena perpetua.
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Inma Lopez:
ResponderEliminarLocos y envidiosos toda la vida...¿No os recuerda Caín y Abel????. Que Dios nos libre del sentimiento de envidia y de la gente envidiosa!