El edificio del viejo molino antes de ser derribado en 1992 |
Durante décadas el patrimonio de Almoradí se ha ido, lenta e
inexorablemente, perdiendo. Evitarlo está en manos de todos.
Cuando vemos las del viejo Convento de San Francisco de Paula, en pie hasta 1927, lamentamos que en aquel tiempo fuera un obstáculo para
la modernización urbanística.
Cuando vemos las del viejo molino del Azud de Alfeitamí
lamentamos que ahora ya sea tarde para convertirlo en un importante reclamo turístico.
Igual que nos ha pasado con las últimas balsas de cáñamo o el puente de hierro
de Las Heredades.
Cuando vemos el estado en que se encuentran las últimas casas de Larramendi nos lamentamos de su vulnerabilidad y desprotección.
No obstante, en estos momentos, cabe mirar hacia el futuro. Nuestra
sociedad debe ser capaz de construir sin destruir, de progresar sin especular y
de restaurar sin deteriorar para que Almoradí no siga lamentándose de su
patrimonio desaparecido para siempre.
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