Las llamadas “Balsas de cocción o enriado” formaban parte del complicado proceso de elaboración del cáñamo y se encontraban repartidas por todo el paisaje que nos rodea.
Antes de ser sometido a todo el trabajo de obtención de su fibra
necesitaba estar sumergido varios días en el agua para que fuese más fácil separar la hebra fibrosa de la parte leñosa.
Para ello se llenaba la balsa por la mitad y se iban poniendo haces de cáñamo en capas sucesivas, normalmente cuatro o cinco. Para evitar que la planta flotase, se le colocaban unas piedras redondas de varios kilos. Si la temperatura había sido buena se conseguía una buena fermentación en cuatro ó cinco días, y entonces se procedía a renovar el agua cuya operación se volvía a repetir en otros tantos días.
Los “balseros” sacaban los haces y los ponían en posición vertical en grupos de ocho o diez para que escurrieran el agua con rapidez, abriéndolos en la base (a modo de cabaña india) y creando un curioso paisaje en toda nuestra Vega.
Lamentablemente han desaparecido casi todas, y solo es posible encontrar algunas, en muy mal estado, en la zona del Camino de Catral, La Fogaria y en la propia Ciudad Deportiva (esta última es la que aparece en la fotografía).
Las que se conservan fueron construidas a finales del siglo XIX y principios del XX, teniendo un tamaño aproximado de 17 x 6 m. y una profundidad de 1,20 m.
José Joaquín López Andújar:
ResponderEliminarNos bañábamos y comíamos todo lo que pillábamos por la huerta, y seguíamos por el camino del Bañé hasta las vías del tren, a poner alguna perra gorda en la vía para que la chafara el convoy, y nos metíamos en alguna acequia debajo de la vía para que el tren nos pasara por encima.
Recuerdo una vez a un padre que sacó a su hijo del baño de las balsas raneras y lo llevó en procesión, nosotros detrás, dándole cañazos hasta el paseo.
Muy buen articulo sobre aquellas labores de antaño.
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