Hoy es

¿QUÉ NOS QUEDA POR PERDER? (2ª)

Comparativa de la escalera de subida  a la torre del campanario.
Toda la obra, original de 1861, se derribó para instalar la que vemos de hierro.

El órgano, olvidado y a punto de desaparecer en la década de los setenta,  se salvó “por los pelos” gracias a un grupo de “chalados” empeñados en rehabilitarlo, al frente del cual estaba don José Rebollo.
No corrió la misma suerte la escalera de subida a la torre, reemplazada por una estructura de hierro, ni las barandas de forja del campanario, reconvertidas en jaulas, cuyo fin no consigo entender.
Parece ser que las rejas semicirculares se instalaron para evitar la caída de badajos en caso de rotura, algo “desproporcionado é ineficaz, que distorsiona de manera innecesaria la estética de la torre” (según informe técnico de Francesc Llop).
El reloj, trasladado desde el Ayuntamiento, se instaló con su maquinaria original adaptándole un nuevo sistema automático que le permitió funcionar a la perfección, pues bien, tras varios años de uso se decidió que ya no era útil. A día de hoy se encuentra parada y cubierta de polvo.

LA PRIMERA PARTE  AQUÍ

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