"La barraca"



Con la creación de las acequias Mayor y del Río, a partir del siglo XVI, comenzó una importante expansión agrícola creadora de una importante riqueza que, al mismo tiempo, demandaba gran cantidad de mano de obra.
Desde zonas más pobres, unos solos, otros con familias que muy pronto necesitaron un lugar donde cobijarse, comenzaron a levantar chabolas y barracas donde les permitían los amos, mayormente en terrenos comunales, como las motas del río, las orillas de las acequias, de los azarbes, y los más afortunados, a las orillas de algún camino.

Estas “casas” en un principio, se las hacían ellos mismos, utilizando para ello, barro, cañas, palos (de olivo era el que mas se usaba), sisca, esparto… Más adelante empezaron a mejorar, construyéndose con una cierta profesionalidad, para ello se hacía un pequeño cimiento donde se apoyaba el armazón estructural de la vivienda, y con atobas que ellos mismos fabricaban con barro y paja, construían las paredes, con lo que la calidad y la seguridad del hábitat mejoraba un poco.

La barraca se componía, normalmente, de una entrada que al mismo tiempo era cocina, comedor y cuarto de estar, en esta se veía, a un lado la chimenea o fogón, al otro el tinajero con sus dos tinajas y un botijo, y encima del tinajero, un pequeño mueble cogido a la pared con  algunos platos, unos vasos y poco mas. 
A continuación se llegaba a la primera habitación separada por un tabique y de esta se pasaba a la segunda, no había puertas, sólo  unas cortinas de tela separaba las estancias; estas habitaciones tenían capacidad para dos camas cada una, también para aprovechar el espacio se construía en la parte alta, el “sostre”, al que se llegaba desde la entrada con una escalera de mano, allí se guardaba la semilla para la próxima siembra y algunos “enreos” de la casa. 

En el exterior, para reforzar las paredes, se construía un poyo que al mismo tiempo servía como asiento para las tertulias entre vecinos. El piso era de tierra apisonada, suelo que las mujeres decoraban con “blanco España”, producto parecido al yeso que se vendía en las droguerías y en las tiendas, también decoraban con este blanco los exteriores de la barraca.
Con el tiempo y el aprendizaje, la barraca llegó a tener una cierta calidad, y el número de ellas creció por toda la huerta, contribuyendo con ello a caracterizar el paisaje.
El hábitat de una vivienda la constituían, la barraca en sí, un horno hecho con atobas de barro, y un pozo, que además de proporcionar el agua para la familia era también utilizado como nevera, pues en todas las casas se solía meter por la mañana al pozo un melón de agua (sandía) y la botella del vino; el vino se sacaba a la hora de la comida y el melón a los postres. 
Los cuartos de baño no figuraban en el diccionario de la huerta, si acaso un pequeño hoyo en el suelo y una bardisa de cañas.



Las imágenes corresponden a la barraca que, cada año,
instala la Peña Huertana en los días de Feria. Lamentablemente
no queda ninguna por nuestra huerta.
 Manuel Ramirez López en "Almoradí, un recorrido histórico"

1 comentario:

  1. Anónimo11:41 p. m.

    Mónica Rocamora: Gracias por tener ese entusiasmo, no lo pierdas nunca. Gracias por dar a conocer a todo el pueblo de Almoradí mediante fotografía, la historia de nuestro pueblo, sus raices. Gracias a ti hemos podido poner a esa historia una imagen e incluso cara. Por todo esto y por muchas cosas más la Peña Huertana Los Santicos de la Piedra te lo agradece y te anima a continuar, Animo amigo daremos a conocer tu página porque realmente es historia viva de Almoradí.

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