ARTÍCULO PUBLICADO EN EL LIBRO DE FERIA 2013
Ya os hablé el pasado año, con motivo del 430 aniversario de
la independencia de Almoradí, de nuestro trazado histórico, único en el mundo,
y es que contamos con una de las primeras propuestas urbanísticas basada en
innovadores criterios antisísmicos
Pero además, la edificación y asignación de viviendas tras
la reconstrucción por el seísmo de 1829, trajo
consigo los primeros ejemplos de
viviendas sociales públicas de España. En efecto, de las 335 casas construidas
y distribuidas en 26 manzanas, el Obispo Félix Herrero se basó en criterios
estrictamente solidarios, y entregó de manera gratuita
(Inversión definitiva publicada en “la Gaceta de Madrid”, 7 de
agosto de 1832).
Merece la pena destacar una tercera particularidad,
desconocida para algunos, y es que Larramendi incorporó un factor
importantísimo y novedoso al trazado; la plantación de arbolado en todas las
calles, algo que aún continúa en muchas de ellas.
Se plantaron moreras que daban frescor y sombra en verano,
leña para el invierno, y que supuso una gran mejora estética. Era una
importante fuente de ingresos, por su hoja, que era empleada en la cría del
gusano de seda.
En 1932 ya había desaparecido el Paseo elevado y sustituido los viejos Olmos por plataneras de sombra que, a su vez, serían arrancadas en 1942 para replantar los actuales Ficus. |
A partir de 1926 se volvió a replantar con plátanos de
sombra (la imagen corresponde a los plátanos recién plantados), un árbol también caduco y de rápido crecimiento, que sin embargo, no
tuvieron oportunidad de hacerse excesivamente grandes, ya que en los años
cuarenta se decidió volver a arrancar y
probar una nueva variedad, esta vez Ficus.
El encargo se realizó a un importante vivero valenciano,
propiedad de Pedro Veyrat, que envió un total de 30 ejemplares de dos especies
distintas, y que fueron plantados en mayo de 1942.
Solo una de las variedades ha llegado a nuestros días: se
trata de 19 Ficus de hoja pequeña (“Ficus retusa nítida”), que, con su peculiar
poda, se han convertido en protagonistas y símbolo de Almoradí.
Nuestra Plaza no sería la misma sin su característico
microclima creado a partir de la perenne sombra de sus gigantescos árboles,
frondosos, siempre verdes, eternos, enraizados en lo más hondo, de la que
forman parte desde hace más de setenta años.
Pero, además de los árboles del Paseo ¿Que otra imagen, más
allá de creencias, identificamos como símbolo patrimonial de Almoradí?
Oficialmente el Escudo Heráldico, utilizado principalmente
en actos protocolarios, debería ser el que mejor expresara nuestra identidad,
pero la realidad es otra bien
distinta.
Si nos fijamos en la imagen actual de la Plaza que acompaño al inicio
de este artículo, inequívocamente, localizaremos cada uno de los símbolos que
nos identifican como pueblo.
A nuestra izquierda quedará, precisamente, el blasón municipal colocado
estratégicamente en la fachada del Ayuntamiento.
Los escudos de armas y composiciones heráldicas son
símbolos utilizados desde la
Edad Media por los consistorios y entidades locales en
documentos y escritos oficiales, así como exhibiciones y ornamentación de
edificios públicos.
Resulta muy interesante descubrir la cantidad de cambios llevados a cabo
en nuestra heráldica local a lo largo del tiempo, y que sin embargo, han
acabado por devolvernos al diseño más primitivo y sencillo.
Nuestro Escudo actual comenzó a utilizarse en 1971, fecha en la que por primera vez
aparece de manera oficiosa en el Libro de Feria (no se utilizaría oficialmente
hasta el Real Decreto 312 del 26 de enero de 1977).
En realidad, era una copia del que ya llevaba algunos años, desde 1964,
usando en sus documentos el Juzgado Privativo de Aguas del Azud de Alfeitamí,
que a su vez, lo debió copiar del escudo original utilizado desde tiempo
inmemorial, y del que se conserva un grabado hecho por José Montesinos, que
sirvió para ilustrar su “Crónica Suma de la Ilustre Universidad
de Almoradí”, escrita entre 1791 y 1816.
Volviendo a la imagen que nos sitúa en el centro de
la Plaza , y
dirigiendo nuestra mirada hacia la amplia calle Tomás Capdepón, el emblemático
edificio neoclásico del Teatro Cortés se convierte, con todo merecimiento, en
otro de nuestros inequívocos símbolos de identidad.
Por todos es sabido que la existencia de nuestro Teatro se debe al
empeño personal de todo un personaje, mecenas y filántropo aún por descubrir en
muchas facetas de su vida, don Mariano de los Desamparados Cortés Práxedes.
La obra fue edificada bajo la dirección del Arquitecto
Enrique Sánchez Sedeño, difusor en Alicante del modernismo y pionero de
las construcciones de hierro en España, autor entre otras obras, del Mercado
Central de Alicante o La Casa
de las Brujas, el cual lo construyó como una copia en pequeño del Teatro Apolo
de Madrid, derribado en 1929.
De la decoración y ornamentación se encargó uno de los más importantes
escenográfos del siglo XX: Bernardo Carratalá Poveda (1887-1965), quien fue
contratado por el señor Cortés, realizando en nuestro pueblo uno de sus
primeros trabajos, y permaneciendo tres meses en nuestra localidad hasta su
finalización.
En su inauguración, llevada a cabo el 10 de octubre de 1908, tenía ocho
palcos en el primer piso, ocho en el segundo, ciento cincuenta butacas, setenta
y cinco entradas de anfiteatro y más de cuatrocientas de paraíso (zona más alta del Teatro).
Cerrado a principios de la década de los setenta, el edificio fue adquirido
por el Ayuntamiento que lo rehabilitó, respetando su primitiva estructura y sus características originales, siendo
reinaugurado el 30 de noviembre de 1988, por lo tanto, el
próximo día de San Andrés conmemoraremos veinticinco años de su reapertura.
Para acabar, y volviendo a la imagen del principio, en la parte superior de la fachada de la Iglesia , a nuestra
derecha, encontramos otro de nuestros emblemas: la escultura del monumental
Sagrado Corazón de Jesús.
Nuestro monumental Cristo de la fachada de la Iglesia
A partir de 1919
comenzaron a proliferar en todas las diócesis españolas, y en muchas ciudades y
pueblos, imágenes al Sagrado Corazón. En el caso de Almoradí, fue en 1926
cuando dio comienzo su devoción con la construcción de un primer Altar, que
sería reconstruido tras la guerra civil.La monumental escultura de nuestra fachada fue bendecida y
entronizada la tarde del domingo 29 de julio de 1962, habiendo sido encargada
por doña María Martínez Domínguez, hija del importante político Ramón Martínez
Grau, descendiente de Tomás Capdepón y madre del economista y escritor Manuelde Torres Martínez.
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Maqueta de la escultura de Monteagudo que se conserva en el taller de Anastasio Martínez. |
El encargo lo realizó a un taller murciano situado en la
calle Gómez Cortina, fundado en 1894 por Anastasio Martínez, y dirigido desde
1933 por su hijo, Nicolás Martínez Ramón (1905-1990), uno de los representantes
mas significativos de la escultura monumental, actividad que mantuvo hasta
1968.
Entre sus numerosos monumentos públicos resalta una especial
dedicación a las imágenes del Sagrado
Corazón, entre las que cuenta con 24 monumentos al mismo, todos ellos realizados
en piedra artificial, siendo el más representativo el de Monteagudo
(1951-Murcia).
De su complejo montaje en nuestra Iglesia, contamos con el
testimonio del también escultor Anastasio Martínez Valcárcel, hijo de Nicolás, entonces
joven estudiante en la escuela superior de Bellas Artes de San Carlos de
Valencia, y que participó activamente en el
ensamblaje de cada una de las piezas que fueron transportadas desde su
taller en Murcia y subidas a la parte superior de la fachada, a una altura
considerable, con poleas de cuerdas de pita hasta los andamiajes atados con
sogas de esparto y volados con contrafuertes de sacos terreros.
Todo un arriesgado trabajo que, pasados más de cincuenta
años, ha permitido que su inconfundible silueta forme parte de la memoria
colectiva de Almoradí.
Un pueblo que valora, conoce y ama sus símbolos, aquellos
que le identifican y diferencian.
(Todo nuestro Patrimonio en “Almoradí, un recorridohistórico”)
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