Hoy es

Símbolos de Almoradí

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL LIBRO DE FERIA 2013

Esta imagen muestra los símbolos patrimoniales que mejor nos identifican como pueblo: los inconfundibles y característicos Ficus; el Escudo Heráldico, situado en la fachada del Ayuntamiento; el Teatro Cortés, telón de fondo de la calle Tomás Capdepón y la monumental escultura del Sagrado Corazón de Jesús que encontramos en la fachada de la Iglesia.
Ya os hablé el pasado año, con motivo del 430 aniversario de la independencia de Almoradí, de nuestro trazado histórico, único en el mundo, y es que contamos con una de las primeras propuestas urbanísticas basada en innovadores criterios antisísmicos
Pero además, la edificación y asignación de viviendas tras la reconstrucción por el seísmo de 1829, trajo
consigo los primeros ejemplos de viviendas sociales públicas de España. En efecto, de las 335 casas construidas y distribuidas en 26 manzanas, el Obispo Félix Herrero se basó en criterios estrictamente solidarios, y entregó de manera gratuita 181 a “viudas, pobres y huérfanos” que lo habían perdido todo en el terremoto.
(Inversión definitiva publicada en “la Gaceta de Madrid”, 7 de agosto de 1832).

Merece la pena destacar una tercera particularidad, desconocida para algunos, y es que Larramendi incorporó un factor importantísimo y novedoso al trazado; la plantación de arbolado en todas las calles, algo que aún continúa en muchas de ellas.
Se plantaron moreras que daban frescor y sombra en verano, leña para el invierno, y que supuso una gran mejora estética. Era una importante fuente de ingresos, por su hoja, que era empleada en la cría del gusano de seda.


En la Plaza, sin embargo, se plantaron Olmos, árboles que tuvieron un desarrollo espectacular y que fueron arrancados en los años veinte (con casi un siglo de vida), cuando fue reformada la plaza y eliminado el paseo elevado que existía en el centro.
En 1932 ya había desaparecido el Paseo elevado y  sustituido  los viejos Olmos por plataneras de sombra que,
a su vez, serían arrancadas en 1942 para replantar los actuales Ficus. 
A partir de 1926 se volvió a replantar con plátanos de sombra (la imagen corresponde a los plátanos recién plantados), un árbol también caduco y de rápido crecimiento, que sin embargo, no tuvieron oportunidad de hacerse excesivamente grandes, ya que en los años cuarenta se decidió volver a arrancar  y probar una nueva variedad, esta vez Ficus.
El encargo se realizó a un importante vivero valenciano, propiedad de Pedro Veyrat, que envió un total de 30 ejemplares de dos especies distintas, y que fueron plantados en mayo de 1942.
Solo una de las variedades ha llegado a nuestros días: se trata de 19 Ficus de hoja pequeña (“Ficus retusa nítida”), que, con su peculiar poda, se han convertido en protagonistas y símbolo de Almoradí. 
Nuestra Plaza no sería la misma sin su característico microclima creado a partir de la perenne sombra de sus gigantescos árboles, frondosos, siempre verdes, eternos, enraizados en lo más hondo, de la que forman parte desde hace más de setenta años.  


Pero, además de los árboles del Paseo ¿Que otra imagen, más allá de creencias, identificamos como símbolo patrimonial de Almoradí? 
Oficialmente el Escudo Heráldico, utilizado principalmente en actos protocolarios, debería ser el que mejor expresara nuestra identidad, pero la realidad es otra bien 
distinta.
Si nos fijamos en la imagen actual de la Plaza que acompaño al inicio de este artículo, inequívocamente, localizaremos cada uno de los símbolos que nos identifican como pueblo.
A nuestra izquierda quedará, precisamente, el blasón municipal colocado estratégicamente en la fachada del Ayuntamiento.

Los escudos de armas y composiciones heráldicas son símbolos utilizados desde la Edad Media por los consistorios y entidades locales en documentos y escritos oficiales, así como exhibiciones y ornamentación de edificios públicos. 

Resulta muy interesante descubrir la cantidad de cambios llevados a cabo en nuestra heráldica local a lo largo del tiempo, y que sin embargo, han acabado por devolvernos al diseño más primitivo y sencillo.
Nuestro Escudo actual comenzó a utilizarse  en 1971, fecha en la que por primera vez aparece de manera oficiosa en el Libro de Feria (no se utilizaría oficialmente hasta el Real Decreto 312 del 26 de enero de 1977).
En realidad, era una copia del que ya llevaba algunos años, desde 1964, usando en sus documentos el Juzgado Privativo de Aguas del Azud de Alfeitamí, que a su vez, lo debió copiar del escudo original utilizado desde tiempo inmemorial, y del que se conserva un grabado hecho por José Montesinos, que sirvió para ilustrar su “Crónica Suma de la Ilustre Universidad de Almoradí”, escrita entre 1791 y 1816.

Volviendo a la imagen que nos sitúa en el centro de la Plaza, y dirigiendo nuestra mirada hacia la amplia calle Tomás Capdepón, el emblemático edificio neoclásico del Teatro Cortés se convierte, con todo merecimiento, en otro de nuestros inequívocos símbolos de identidad.

Por todos es sabido que la existencia de nuestro Teatro se debe al empeño personal de todo un personaje, mecenas y filántropo aún por descubrir en muchas facetas de su vida, don Mariano de los Desamparados Cortés Práxedes.

La obra fue edificada bajo la dirección del   Arquitecto  Enrique Sánchez Sedeño, difusor en Alicante del modernismo y pionero de las construcciones de hierro en España, autor entre otras obras, del Mercado Central de Alicante o La Casa de las Brujas, el cual lo construyó como una copia en pequeño del Teatro Apolo de Madrid, derribado en 1929.
De la decoración y ornamentación se encargó uno de los más importantes escenográfos del siglo XX: Bernardo Carratalá Poveda (1887-1965), quien fue contratado por el señor Cortés, realizando en nuestro pueblo uno de sus primeros trabajos, y permaneciendo tres meses en nuestra localidad hasta su finalización. 

En su inauguración, llevada a cabo el 10 de octubre de 1908, tenía ocho palcos en el primer piso, ocho en el segundo, ciento cincuenta butacas, setenta y cinco entradas de anfiteatro y más de cuatrocientas  de paraíso (zona más alta del Teatro). 

Cerrado a principios de la década de los setenta, el edificio fue adquirido por el Ayuntamiento que lo rehabilitó, respetando su primitiva estructura   y sus características originales, siendo reinaugurado    el    30 de noviembre de 1988, por lo tanto, el próximo día de San Andrés conmemoraremos veinticinco años de su reapertura.

Para acabar, y volviendo a la imagen del principio,   en la parte superior de la fachada de la Iglesia, a nuestra derecha, encontramos otro de nuestros emblemas: la escultura del monumental Sagrado Corazón de Jesús.
Nuestro monumental Cristo de la fachada de la Iglesia

A partir de 1919 comenzaron a proliferar en todas las diócesis españolas, y en muchas ciudades y pueblos, imágenes al Sagrado Corazón. En el caso de Almoradí, fue en 1926 cuando dio comienzo su devoción con la construcción de un primer Altar, que sería reconstruido tras la guerra civil.La monumental escultura de nuestra fachada fue bendecida y entronizada la tarde del domingo 29 de julio de 1962, habiendo sido encargada por doña María Martínez Domínguez, hija del importante político Ramón Martínez Grau, descendiente de Tomás Capdepón y madre del economista y escritor Manuelde Torres Martínez.

Maqueta de la escultura
de Monteagudo que se
conserva en el taller de
Anastasio Martínez.
El encargo lo realizó a un taller murciano situado en la calle Gómez Cortina, fundado en 1894 por Anastasio Martínez, y dirigido desde 1933 por su hijo, Nicolás Martínez Ramón (1905-1990), uno de los representantes mas significativos de la escultura monumental, actividad que mantuvo hasta 1968.
Entre sus numerosos monumentos públicos resalta una especial dedicación a las imágenes del  Sagrado Corazón, entre  las que cuenta  con 24 monumentos al mismo, todos ellos realizados en piedra artificial, siendo el más representativo el de Monteagudo (1951-Murcia). 

De su complejo montaje en nuestra Iglesia, contamos con el testimonio del también escultor Anastasio Martínez Valcárcel, hijo de Nicolás, entonces joven estudiante en la escuela superior de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, y que participó activamente en el   ensamblaje de cada una de las piezas que fueron transportadas desde su taller en Murcia y subidas a la parte superior de la fachada, a una altura considerable, con poleas de cuerdas de pita hasta los andamiajes atados con sogas de esparto y volados con contrafuertes de sacos terreros.
Todo un arriesgado trabajo que, pasados más de cincuenta años, ha permitido que su inconfundible silueta forme parte de la memoria colectiva de Almoradí.
Un pueblo que valora, conoce y ama sus símbolos, aquellos que le identifican y diferencian.



(Todo nuestro Patrimonio en “Almoradí, un recorridohistórico”)




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