¿Te has quemado de niño?

 



Si el otro día os hablaba de uno de los peores recuerdos de mi infancia, el de la operación de anginas, os voy a contar otra situación que cambió mi vida y que del mismo modo que las amígdalas seguro que os ha pasado a más de uno.


“La piel tiene memoria”. Esas fueron las palabras que me dijo la dermatóloga tras mandarme de urgencia a quitarme uno de mis numerosos lunares que llenan todo mi cuerpo, y en concreto uno situado en el cuello. Aquel lunar, que yo veía igual que el resto, era un melanoma que me mandó de urgencia al quirófano después de numerosas pruebas y un diagnóstico demoledor. Pero bueno, no voy a entrar en detalles, varios años después aquí sigo.


No es esto lo que os quiero contar. Lo que quiero compartir con todos vosotros es la imprudencia de una época en la que no nos ponían protección solar y las quemaduras eran de lo más habitual. Recuerdo una en especial, una completa jornada de juegos al sol en Playa Lisa -Santa Pola-, donde veraneaban mis tíos, y que acabó con una dolorosa noche tras quemarme por completo, ampollas incluidas.

Aún recuerdo los llantos y el terrible dolor y a mi madre intentando consolarme al tiempo que me embadurnaba con una viscosa crema ¿Nivea?.


Tenerlo muy en cuenta: la piel tiene memoria…Y la vida va en ello.

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