Héctor Alterio no decepcionó anoche, en un abarrotado Taetro Cortés, con su magnífica interpretación de viejo gruñón obsesionado con la muerte; ni por supuesto, lo hizo Lola Herrera, su enamorada y vitalista esposa en la obra. Todo transcurre en el salón de la casa del lago, donde la llegada de su hija, y especialmente, la de un nuevo nieto a la familia acabará transformando el carácter y devolviendo las ganas de vivir al viejo Norman. A veces comedia y a veces drama, fue sobre todo y a mi juicio, pura ternura.
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