Los inicios de la entrada de esta Orden en España se remontan a 1487, pero es a lo largo de todo el siglo XVII cuando experimenta un importante crecimiento de sus Conventos.
Las primeras gestiones para la fundación del de San Francisco de Paula de Almoradí tienen lugar en 1609, apenas unos años después de obtener el título de Universidad (1583), y por consiguiente, la segregación de Orihuela, siendo autorizada su fundación por el Obispo de nuestra Diócesis fray Andrés Balaguer.
Se le dio el título de fundador al Presbítero Martín Tomás y a su hermana, que en mayo de 1610 hicieron donación de la hacienda de Las Bóvedas y otros bienes con la condición de que “se fundase en su lugar un Colegio Pontificio en donde hubiesen estudios de Teología y Artes”, algo que nunca llegó a cumplirse.
El presbítero y su hermana, naturales de Almoradí, serían llamados con el tiempo “Los Mártires” y aparecían, según descripción de José Montesinos en 1795, en un gran lienzo con marco dorado en la Sacristía “…de medio cuerpo, a los pies de San francisco de Paula”.
En 1611 el convento fue aceptado en el Capítulo General celebrado en Marsella.
Su primera ubicación fue en el centro de la población junto a las cárceles y frente a la plaza, aunque pronto se trasladaron a su emplazamiento definitivo justo a la entrada de los caminos de Algorfa y Orihuela, llegando a ser uno de los mejores de la provincia, grande, majestuoso y de bella planta.
Tenía buenas celdas con balcones y miradores a la huerta. Y un amplio huerto con cuatro tahúllas donde se cultivaban diferentes árboles frutales y sabrosas hortalizas, gracias a las aguas que tenían de continuo (aún hoy las acequias de Cotillén y Convento pasan justo por donde estaba el Convento).
Gozaba de una extensa biblioteca con Libros selectos, y en sus Claustros se impartían cursos de Artes y Teología.
La Iglesia del Convento no se concluyó hasta 1740, motivo por el que se celebraron importantes festividades entre los días15 y 17 de abril.
Estas comenzaron a las cuatro de la tarde, con la bendición de la Iglesia por parte del Obispo de Orihuela, D.Juan Elías Gómez. Concluida la bendición, se celebró una procesión desde la Iglesia de San Andrés hasta la del Convento, con el traslado de la Imagen del Glorioso San Francisco de Paula, acompañado de “sonoros instrumentos y suaves voces” que recitaron Sagrados Cánticos.
Durante los tres días que duraron las celebraciones se organizaron corridas de toros, fuegos artificiales, música y cabalgatas.
Dicha Iglesia, aunque en palabras de Montesinos “nada tenía de primor y gusto”, contaba con una torre no muy elevada, pero de sólida obra, y tres sonoras campanas llamadas:
La Mayor (a poniente), La Menor(a mediodía) y la Mínima (a tramontana).
En el centro de su Capilla Mayor se encontraba su titular, San Francisco de Paula, y tenía dos lámparas, una de plata y otra de metal dorado. Dicha Capilla se cerraba con un enrejado de hierro labrado, cuyo Patronazgo era de los Caballeros Viudes, donde existía un magnífico mausoleo para su entierro.
El crucero era mediano y su media naranja no muy elevada, y en él habían dos Retablos; el de la derecha se veneraba al beato Gaspar Bono y se utilizaba como Capilla de Comunión, y a la izquierda el Beato Nicolás de Lombardo.
En el lado del Evangelio se hallaban las capillas de Nuestra Señora de la Soledad, San Sebastián Mártir y Santísimo Cristo de la Piedad (titulado así en la descripción de Montesinos, seguramente por desconocimiento, ya que los frailes le nombraban como “de las Campanas”) .
En el de la Epístola se encontraban San Antonio de Padua, Virgen del Carmen, San Francisco de Sales (Obispo), San Miguel, Almas Benditas del Purgatorio y el Patriarca San José.
Frente al Altar Mayor estaba la puerta principal, el Coro y el Órgano. La sacristía era grande y bien adornada y tenía un oratorio dedicado a San Francisco de Paula.
Los frailes eran enterrados en un lugar privilegiado, junto al Altar Mayor de la Iglesia, algo habitual entonces por encontrarse cerca de las reliquias sacras, en un Panteón “grande y claro”, cuyas paredes se encontraban llenas de sus cadáveres. El problema de la salud e higiene, especialmente los fuertes olores, la paliaban usando inciensos, flores, pimienta y otros elementos.
Separadamente en una caja doble, se exponía al público el cuerpo de un Religioso Lego Mínimo que se decía falleció en 1699 y que se conservaba “entero, incorrupto y flexible en todas sus partes”.
Todos los que querían visitarlo podían hacerlo, puesto que se trataba de un prodigio digno de admiración y único en la comarca.
Magnifico artículo Jose Antonio como todos los que haces. Seria interesante recuperarcy sacar a un sitio publico como la iglesia la imagen del San Francisco que tenian en eso convento. Se que esta en manos de algun particular pero seria bueno su negociacion para que todos los vecinos pudiesemos venerar dicha imagen que es de las pocas antigüedades que quedan en el pueblo y en su origen perteneció al pueblo
ResponderEliminarSí...estoy completamente de acuerdo con tu comentario. Enm estos momentos la imagen se está restaurando, y estoy seguro que finalmente se pondrá al culto en la Iglesia donde, efectivamente, estuvo tras la marcha de los frailes del Convento.
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