En los grandes Álamos que una
vez ocuparon todo el paisaje de nuestra huerta, siempre ha existido la
superstición de que tenían su casa las brujas.
Y a estas brujas se les
atribuía, entre otras cosas, el salir por la noche y asustar y dar pellizcos a
los viandantes, especialmente en noches como la de difuntos. Ellas podían
penetrar en las sustancias de los objetos o animales perdidos, y la persona que
se los llevaba a su casa se las llevaba consigo y las introducía en su
interior, donde deambulaban enredando y urdiendo hechizos.
Sin ir mas lejos, se recuerda
como en un gran álamo ubicado muy cerca de aquí, en el costón de la Azarbe Vieja que existía entre
Rojales y la Daya ,
se decía que albergaba o era lugar de brujas a las cuales se les oía, de vez en
cuando, murmurar y maldecir desde el interior de su cuerpo leñoso.
En una vieja casa cercana a
este álamo, se cuenta que, en ocasiones, estas brujas salían…y, cuando ya
estaban acostadas y durmiendo las personas, las transportaban en veloces vuelos nocturnos hasta el Norte de
África.
La evidencia de estos
extraños vuelos quedaban confirmados por los sueños que los recreaban y, además,
porque la gente se levantaba magullada y arañada. ¿No te ha pasado nunca?
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