Palacio de Jacarilla |
¡Levanta papá…! (Suceso inédito)
El término municipal de Jacarilla, antiguo señorío alfonsino, fue
adquirido en su totalidad al barón de Petrés en 1916, por don Francisco de Cubas, hijo del célebre
arquitecto y ennoblecido con los títulos de conde de La Almudena , marqués de
Fontalba y marqués de Cubas. Dicho noble edificó en 1920 el magnífico palacio
campestre que todos conocemos, con esplendido jardín y una Iglesia neogótica
dedicada a Nuestra Señora de Belén patrona de Jacarilla, que por entonces era
un pequeño pueblo de apenas novecientos habitantes y dedicado, casi en su
totalidad, a la agricultura.
Juan Coig, ilustre aristócrata oriolano, general retirado, y que además
había sido juez municipal, era el administrador de todas aquellas propiedades.
Juanito era el hijo pequeño del administrador, quien se encontraba
enfermo en cama, y al que había visitado el facultativo y recetado unos
medicamentos que necesariamente tenían que comprarse en
Orihuela.
Antes de marcharse, el padre decide pasar por casa de su hijo mayor, Carlos,
y pedirle que se acerque para acompañar y no dejar solo al enfermo.
Éste accede a cumplir lo que considera lógico, cogiendo de la mano a su
pequeño de casi tres años é inicia un
corto paseo por el bello jardín de los Marqueses en dirección a la casa de su
padre.
Son las diez y media de la mañana del lunes 5 de octubre de 1925.
Lo que pasó a continuación nunca llegó a aclararse del todo, pero lo
cierto es que se escuchó un solo disparo y que éste fue directo al corazón de
Carlos Coig, que de manera instintiva apretó con más fuerza la mano de su hijo,
el cual quedó a su lado sin poder soltarse y llorando a la vez que repetía
continuamente: ¡Levanta papá…! ¡Levanta!.
La causa de la muerte, según el parte facilitado por la Comisaría de Vigilancia,
fue a causa de una bala que le entró por la región alta del pecho, cortándole
la arteria aorta.
Una primera versión decía que alguien escondido entre los matorrales le
disparó y huyó del lugar, aunque otros cuentan que se dirigieron algunas
palabras, que discutieron acaloradamente…y que sonó el disparo que acabó con su
vida. Todo un misterio.
En la hora que ocurrió el sangriento suceso el pueblo estaba casi
desierto; los niños en el colegio, los hombres en sus faenas agrícolas, las
mujeres en sus casas…El autor del disparo huyó y en mitad del camino continuó
durante bastante tiempo el cuerpo inerte de Carlos junto a su hijo sollozando y
pidiéndole que se levantara.
Entre las numerosas personas que acudieron en auxilio del desgraciado
Coig se encontraba su joven esposa, desarrollándose una trágica escena
conmovedora al tiempo que liberaba la mano de su pequeño.
Horas más tarde todo el vecindario se lamentaba del trágico suceso. El
cadáver había sido recogido y trasladado a la suntuosa morada de su padre,
donde los amigos acudieron en gran número para testimoniar a la familia el
profundo sentimiento que les embargaba por la horrible tragedia.
En uno de los salones convertido en capilla ardiente, donde imperaba el
más respetuoso silencio, seguía oyéndose la débil voz del inocente niño que,
ajeno a cuanto allí había ocurrido, seguía pidiéndole a su padre que se
levantara.
Un jardinero de la finca de los Marqueses de Fontalba declaró que hallándose a no muy larga distancia del lugar del suceso vio a Manuel Ballester Gómez “Manolito”, y que inmediatamente desapareció del lugar.
Comenzaron por parte del juzgado y de la guardia civil las pesquisas
necesarias para el esclarecimiento del crimen y la misma noche fue capturado en
Benejúzar é ingresado en la cárcel de Orihuela, donde quedó incomunicado como
sospechoso del asesinato. Además se da la circunstancia de que un año antes fue
éste duramente reprendido por el padre de la víctima por faltas cometidas en el desempeño de su
deber, ya que trabajaba en las tierras que éste administraba, por lo que se
sospechó desde el principio que podría tratarse de una venganza.
Al día siguiente, por la mañana, se le practicó la autopsia, y a las
tres y media de la tarde se verificó su entierro en la cercana Orihuela, de
donde era natural Carlos Coig Pérez-Sálforas.
Presidido por el duque de Hornachuelos, hijo político de los Marqueses
de Fontalba, expresamente venido de la
Corte para dicho objeto, y los hermanos políticos del finado
don Carlos Die Zechini y don Jesús y don Ramón Brotons, y el cura párroco de
Jacarilla señor Parra.
Por las calles del tránsito la multitud presenciaba respetuosa el paso
de la fúnebre comitiva que se organizó en la calle del Obispo Rocamora.
No hubo juicio, aunque sí culpable.
Parece ser, según la prensa de la época, que Manuel Ballester se declaró
convicto y confeso. Tenía sesenta años, “una apariencia decrépita” y una mala
salud que le llevó a ingresar en el hospital de Orihuela. Allí murió días
después, a finales de noviembre: “Dios, con su inmensa sabiduría y poder, ha
puesto así remate a la tragedia desarrollada en Jacarilla, seguramente con el
final más misericordioso posible para todos”.
Juanito, el hijo pequeño del administrador, quien se encontraba en cama el día del crimen, tampoco tuvo mejor suerte. Ya no pudo asistir al diario de misas que se organizó en la parroquial del Salvador por el alma de su hermano, el 5 de enero siguiente.
Sólo unos meses después, el 28 de mayo de 1926, moría “tras sufrir con
santa resignación las penalidades de una larga enfermedad”, y al día siguiente
se verificaba su entierro en la cercana Orihuela, de donde era natural, a la
misma hora que había sido enterrado su hermano.
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Inma Lopez Hasta dónde puede llevar el rencor y la envidia!!!! Qué Dios nos libre de tan horribles pecados!!!!! Desgraciadamente vemos y oímos como cada día están más presentes en nuestra sociedad......
ResponderEliminarRosa Fenoll:
ResponderEliminarJose Antonio jamás había escuchado esta historia y fíjate que está cerca. Muchas gracias por tenerte tan atento y tan cerca de nuestro pasado, muy buen trabajo. Sigue así. Me reitero, muchas gracias.
Buena historia de nuestro pueblo pero:
ResponderEliminares arteria aorta, nooo venaaaa
:)
Carlos era mi abuelo, nunca pudo hablar de ello, he conocido la historia por estas lineas, nos ha emocionado, muchisimas gracias Jose Antonio.
ResponderEliminarMi abuelo Juan Coig Rebagliato no fue nunca militar, el general fue su padre Carlos Coig O'Donnell. Él estuvo dos años matriculado en la Facultad de Ciencias de Madrid, Escuela de Peritos Agrónomos, pero no sé si acabó la carrera, la que acabó con seguridad fue la de Derecho. Tengo el título original.
ResponderEliminarMe parece bien saber algo de mi pueblo
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