Recuerdo que al caer la noche, después de cenar, la calle se convertía en un improvisado porche donde nos juntábamos todos los vecinos frente al “Telefunken” que mi padre sacaba desde la salita hasta la puerta, gracias a su largo cable y a una mesa (con transformador incluido) de ruedas. El perro-lobo de escayola (comprado en la Feria), que acompañó siempre a nuestro televisor, mantuvo un milagroso equilibrio a lo largo de esos continuos trasiegos del verano. El un, dos, tres…era lo que mayor expectación despertaba, y ver a “Kiko” con sus muñecas llenas de relojes y ese fajo de billetes en sus manos nos alejaba por completo de la realidad.
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Al ver estos anuncios he recordado alguno que uso en clase. Si la publicidad es fiel reflejo de la sociedad en la que se vive, algunos anuncios nos indican, por ejemplo, que las señoras no estaban especialmente consideradas:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=oSfTkjEhsxg
Manuel Rocamora Ñiguez Ésto mismo que tú cuentas tambien lo hacia Manolo El Elchesino que por aquellos tiempos era quien vendia estos televisores en Almoradi, y yo que vivía en la misma calle también me aproveché de cuando por la venana que daba a la calle veíamos el gran invento que era la pequeña pantalla.
ResponderEliminarSeveriano Luna Penalva:
ResponderEliminarNosotros solíamos ir a la puerta de juaquinito y cuando en mi casa se pudo comprar una venía el vecindario a mi puerta a verla. Jo!! Que tiempos