Fiestas en el Convento

Mucho se ha escrito sobre el desaparecido Convento de los Padres Mínimos, y en su mayor parte, extraído de la obra de Montesinos. Este convento, inaugurado en 1609, en realidad lo hizo sin Iglesia, ya que ésta empezó a construirse a partir de 1712.

En su compendio histórico, Montesinos cita el 19 de marzo (San José) de 1740 como fecha de terminación de las obras de construcción de la Iglesia, ya que “por falta de medios y por la calamidad de los tiempos, se realizó con mucha lentitud (nada menos que 28 años),
A los Padres Mínimos debían de gustarles mucho las fiestas, ya que al menos en dos ocasiones decidieron celebrar ternarios festivos. El primero de ellos fue precisamente con la inauguración de su Iglesia, y se celebraron entre el 15 y 17 de abril de 1740. Estas comenzaron a las cuatro de la tarde, con la bendición de la Iglesia por parte del Obispo de Orihuela, D.Juan Elías Gómez. Concluida la bendición, se celebró una procesión desde la Iglesia de San Andrés hasta la del Convento, con el traslado de la Imagen del Glorioso San Francisco de Paula, acompañado de “sonoros instrumentos y suaves voces” que recitaron Sagrados Cánticos. Durante los tres días que duraron las celebraciones se organizaron corridas de toros, fuegos artificiales, música y cabalgatas.
La segunda ocasión fue con motivo de la beatificación de dos Hermanos Mínimos, el Beato Gaspar Bono y Nicolás de Longobardi, por parte del Papa Pio VI en 1786, la comunidad decidió celebrar el siguiente año un nuevo ternario conmemorativo. Entre los días 19 y 21 de agosto se celebraron grandes fiestas que comenzaron con una solemne Misa a la que asistió el Obispo de la Diócesis, D. José Tormo. Después de la siesta, “villancicos” y Descubierto de Jesús Sacramentado. El último día se dispuso la Solemne Procesión por las calles más principales del pueblo que se compuso del Clero, el Ilustre Ayuntamiento y toda la Comunidad, y hubo un “desmedido” general concurso de cantos.
Para la ocasión se adornaron la Iglesia, Claustros y Plaza del Convento “a las mil maravillas”, con cortinas carmesí, espejos, ramos, jardines y varias poesías, así latinas como castellanas. Hubo innumerables luminarias, músicas, fuegos artificiales y varios Altares y adornos por las principales calles del pueblo, por lo que fueron dichos días de mucho lucimiento y visita de gentes forasteras.

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